30 septiembre 2006

La última cuenta regresiva

más de diez veces repetimos la historia
nueve cigarrillos que en un instante se hicieron humo
ocho cuadras de ida y vuelta
siete veces escuchamos el mismo disco
seis estaciones de otoños, veranos, inviernos y primaveras
cinco minutos de relax
cuatro paredes como testigos
tres noches de insomnio
dos veces nos acostamos
una tarde nos despedimos para siempre
nunca nos pudimos alejar ni olvidar

25 septiembre 2006

El caZador caSado

El sábado on the night asistí al casamiento de un amigo.
Sebas con su tragedia a cuestas y Adri con el famoso vestido se aceptaron mutuamente de acá a una eternidad y, por alguna razón, todos los felicitamos.
A él yo lo conozco desde que los dos éramos así de chiquitos, y por esos azares y trampas con que juega al pócker el destino, después de más de una década perdida, nos (re)encontramos y nos pusimos al día y sus noches con nuestras vidas.

Entonces sucedió que al poco tiempo llegó el primer año de vida de mi hijo.
La asistencia perfecta de él y de varias personas más que ya no recuerdo (por decisión propia), y entre la multitud, un vestido rojo y su interior le llamó la atención, y fue tanta su impresión que el taxi de esa noche lo compartieron, al igual que las salidas posteriores, el noviazgo inmediato, y el casamiento de la otra noche.

Después del coro Gospel ausente y la presencia de una trompeta jazzera en la extraña acústica de la iglesia, nos fuimos toda la barra a la dirección que figuraba en la tarjeta. Ya en el salón de la fiesta y después de pasar por la típica entrada, el vals obligado, las fotos de antaño, el baile imperfecto, los chismes más sabrosos, las sorpresas a gusto del consumidor, el carnaval carioca, las diferencias de mesas, las copas derramadas, los postres derretidos, la afonía divertida, el trencito descarrilado, la bebida francesa de delicadas burbujas, y las borracheras acordes, mi querido amigo se me acercó varias veces al oído para agradecerme (y/o culparme) por esta nueva etapa de su vida que comenzaba a recorrer.

Ya el sol hacía estragos en los ojos de todos los presentes cuando el avión apuntó su nariz hacia el cielo y en pocas horas los abandonó en algún lugar secreto del sur.
Hoy ellos ya se encuentran disfrutando de una de las lunas más sabrosas, tomados de la mano, y con una sonrisa sincera dibujadas en sus caras.
Hoy yo todavía no logro recuperarme de las huellas de una noche de casados.

Y sin embargo acá estoy feliz de haber compartido este momento tan especial de mis amigos…
Y esperando ansioso sus pasajes de vuelta para que me traigan el chocolate en rama que les encargué.

Salud! (chan-chán)

21 septiembre 2006

Una visita (in)esperada

Por algún motivo hoy no trabajo, por eso me molestó que el timbre haya gritado con su aguda voz de manera insistente y tan temprano por la mañana.
Me levanté casi desnudo y de mal humor para ver quién se atrevía a visitarme a estas horas de sueños interrumpidos.
Cuando abrí la puerta sentí que por alguna razón despertaba de nuevo. Parada frente a mí, con esa sonrisa deliciosa que la caracteriza y un vestido haciendo juego con sus labios, se encontraba ella, Vera, mi simpática y hermosa prima.
Enseguida la hice pasar (o pasó ella sola, no lo sé), encendí la hornalla, puse la pava para hacer unos mates, y tratamos de ponernos al día…

Nos encontrábamos hablando de todo un poco y un poco de todo cuando descubrí la carga de su equipaje, y fue entonces que le pregunté hasta cuándo se pensaba quedar por estos pagos.
Supongo que unos tres meses, me respondió al mismo tiempo que comenzaba a besarme llenándome de un agradable aroma a fresias.

Tuve la extraña sensación de haber vivido ya todo esto, de haberlo experimentado más de una vez y alguna vez, y todo quedó aclarado cuando ella, clavándome esa fulminante mirada del color de sus ojos, me dijo:
—¿De qué te sorprendés? ¿Acaso no vengo siempre, a esta altura del año, para quedarme a compartir un tiempo con vos?
Sí, es verdad. Ahora que lo pienso, que lo recuerdo, que lo medito, es como ella dice y es una de mis tres rutinas favoritas. Pero sinceramente me imaginé que este año no vendría, que no me miraría así como ahora lo está haciendo, que no me tocaría con esa mezcla de dulzura y pasión con que electrifica todo mi ser.
Debo confesar que me encontraba mentalmente preparado (o por lo menos así lo creía) para que esta vez todo sea totalmente diferente a sus visitas pasadas, sin embargo, acá me encuentro, dispuesto a entregarme en forma completa a sus pociones mágicas y, como siempre y sobre todo, a ella.

Y bueno, no puedo (no quiero) evitarlo.
Viene a visitarme, se instala cómodamente, se queda varias semanas conmigo, e invade todo mi mundo con su encanto arrasador.
Es lo que me ocurre, lo que me pasa cada vez que vuelva a aparecer en mi vida mi atractiva y seductora y querida y alocada prima Vera.
Y yo me siento feliz con su presencia.

16 septiembre 2006

Lalo cura la locura

Me acerqué con cierta cautela hasta el muro del manicomio.
Un amigo me ayudó a treparme y desde allá arriba pude apreciar ese mundo demencial que pocos se atreven a mirar con sus propios ojos.
De inmediato descubro a un grupo de personas discutiendo con rabia por cuestiones para nada importantes.
Había también, del otro lado del muro, mujeres de extraños peinados y crueles miradas, y otras de extrañas miradas y crueles peinados.
Me llamó la atención un religioso vestido con sotana y Biblia de bolsillo hablando como si él fuese el mismo Dios.
En un rincón pude ver a unos chicos buscando desesperados un poco de infancia.
A lo lejos pude distinguir a dos hombres que se peleaban con fuerza y fiereza mientras otros muchos miraban sin intervenir (y hasta me pareció adivinar en algunos rostros cierto goce).
También había un par de viejitos solos, sin familiares dispuestos a visitarlos, y con claras y tristes intenciones de terminar con esta vida de abandonos y soledades.

Con lágrimas en los ojos le pedí a mi amigo que me ayudase a bajar del muro del manicomio.
Una vez en el suelo me preguntó por lo que había visto detrás del muro, y le conté de cada uno de los extraños y tristes personajes que existen del otro lado de la pared.
Mi amigo se asombró de lo que le contaba y, bajando la voz y acercándose a mi oído, me preguntó:
¿Y por qué somos nosotros los que estamos encerrados en este manicomio?

No supe qué contestarle.

13 septiembre 2006

Nuevo amanecer (según los relojes de arena)

La sorpresa aparece y se divide y se multiplica y se expande hasta zonas desconocidas. Me duermo un rato, sueño algo raro, me despierto con un sol madrugador y ahí andan ustedes formando parte y adueñándose de las zonas, de los lugares y no-lugares que cada uno ha sabido tomar prestado y que yo con gusto decidí regalar. A través de esta extraña ventana en forma de monitor me encuentro que hay una petit repercusión causada que se refleja en los comentarios escritos en este mismo lugar (y donde creo que corresponde hacer) pero también con algunos otros que me llegaron esparcidos por medios como el correo electrónico, el maldito teléfono, en vivo y en directo, y otros más inventados para la ocasión.

Y ahí, en los espacios más visibles, aparece Maxip y su calidez familiar que lo vuelve tan cercano como lo es, el capitán de San Nicolás con sus recuerdos cargados de una nostalgia mortal por culpa de los tiempos esclavos y la buena memoria, un tal Manti que se confundió de puerta y entró sin necesidad de golpear, Manu con toda esa energía desbordante que contagia de manera maravillosa y peligrosa al mismo tiempo (ja), un vueltero universal desconocido que asegura no hacer falta conocer (me quedo más tranquilo), mi conocido Marcelo regalando(me) parte de su arte, de su aire, de su propio ser (saludos al amigo Bukowsky), Memo y nuestra feliz coincidencia en una de estas extrañas esquinas cibernéticas, y algunos otros más que ya ganaron la entrada libre y la salida cargada.

Hoy una persona (de identidad reservada no sé para quién) me preguntó de qué se trata toda esta escritura tan para nadie como para todos. Y después de pensar qué buena pregunta, Mario, llegué a la conclusión de que se trata de una invitación a mi Taller de Chispas, a mi casa, a mi vida. Se trata de una invitación a compartir experiencias e inexperiencias. Una invitación a la fogata de nuestras observaciones, opiniones, y demás llamas que generen las neuronas activas. Una invitación a pasear por un mundo tan distinto y parecido como el de cada uno de ustedes y el mío. Una invitación sin necesidad de invitación formal.

Además... ¿Cómo saber qué va a surgir la próxima vez que nos encontremos, desencontremos, enojemos, amiguemos, aclaremos, pintemos, tomemos, bailemos, escapemos, y demás “emos”?
Si yo supiera con fina certeza qué me va a ocurrir mañana, seguramente mi vida sería demasiada aburrida, como les pasa a todos los que se van a dormir y se abrigan con sus rutinas y seguridades adquiridas a muy bajo precio.

Lamentablemente conozco a varios humanoides que hacen llamados a horarios conocidos y repetidos, cada tres días almuerzan la misma comida, no se despegan del dial de la radio o del canal de televisión que ya conocen, hacen siempre el mismo camino por temor a los lobos de la ciudad, y tienen preparadas respuestas automáticas para las preguntas eternas que se autoformulan.
A todos ellos no les aconsejo para nada que visiten este lugar, quizás les agarre vértigo y no sepan después que pastillita usar.
Pero a todos los demás que tienen un tesoro interior y latidos diferentes para el mismo corazón, los espero con las herramientas necesarias para romper reglas y quebrar cabezas.

Un abrazo de pulpo y será hasta el próximo reflejo...

11 septiembre 2006

Génesis experimental

Y si acaso hoy comenzara una nueva manera de escritura o de apoyo sobre dónde escribir, bien podría ser un día como hoy en el que los que se creen tan cercanos a Dios y alejados del Diablo (y vicerveza) anunciaron hace cinco años y un par de horas que, después del aterrizaje de los dos pájaros de hierro suicidas, el mundo cambiaría para siempre.
Y yo, después de aquella fecha grabada a la fuerza en las retinas propias y de los demás televidentes, me amoldo a ese cambio con esta escritura espacial-especial- esparcial a la vista de varios desconocidos y algunos otros conocidos (y vicerveza).

Desde este punto del ombligo mundial (acaso también universal, según la manera que tenga uno de despertar), desde la Argentina de los viejos buenos aires, alcanzo a ver las diferencias que nos llegan a separar del padre patrio que lo parió y nosotros, los hijos de la huerta.

Porque por allá, dos líneas aéreas americanas que aterrizaron en oficinas ubicadas cercanas a las nubes dieron inicio al cambio del mundo.
Por acá y cien días después, un minúsculo helicóptero con su historia en la cola, levantaba vuelo desde una terraza rosada y nuestro mundo también comenzaba una metamorfosis.
Para ellos se derrumbaron la confianza y la soberbia mundana.
Para nosotros se derrumbaron nuestros humildes sueños de grandeza.

Acaso existan demasiadas diferencias que nos aparentan en los extremos, pero no quiero (no tenga ganas) de seguir porque esto es una prueba del poder vomitivo del blog de alguien que escribe por el placer de la escritura, y que vive en un ambiente donde se supone que la opinión es prima de la libertad
(cuántas canciones, poemas, acciones, gritos, pintadas y humanidades en nombre de ella, señorita)

Insisto en que esta primera escritura es tan solo una petit prueba, pero espero (quiero, deseo) que la curva lineal nos lleve hacia la sonrisa de la cultura, quizás uno de los vicios más sanos e interesantes de este planeta giratorio que, vuelven a decir las caretas de este gran teatro del mundo (Calderón y Cambalache, las CC siguen vigentes), ha comenzado a cambiar.
Para bien, para mal, para mí, para vos, para cambiar.