La sorpresa aparece y se divide y se multiplica y se expande hasta zonas desconocidas. Me duermo un rato, sueño algo raro, me despierto con un sol madrugador y ahí andan ustedes formando parte y adueñándose de las zonas, de los lugares y no-lugares que cada uno ha sabido tomar prestado y que yo con gusto decidí regalar. A través de esta extraña ventana en forma de monitor me encuentro que hay una petit repercusión causada que se refleja en los comentarios escritos en este mismo lugar (y donde creo que corresponde hacer) pero también con algunos otros que me llegaron esparcidos por medios como el correo electrónico, el maldito teléfono, en vivo y en directo, y otros más inventados para la ocasión.
Y ahí, en los espacios más visibles, aparece Maxip y su calidez familiar que lo vuelve tan cercano como lo es, el capitán de San Nicolás con sus recuerdos cargados de una nostalgia mortal por culpa de los tiempos esclavos y la buena memoria, un tal Manti que se confundió de puerta y entró sin necesidad de golpear, Manu con toda esa energía desbordante que contagia de manera maravillosa y peligrosa al mismo tiempo (ja), un “vueltero universal” desconocido que asegura no hacer falta conocer (me quedo más tranquilo), mi conocido Marcelo regalando(me) parte de su arte, de su aire, de su propio ser (saludos al amigo Bukowsky), Memo y nuestra feliz coincidencia en una de estas extrañas esquinas cibernéticas, y algunos otros más que ya ganaron la entrada libre y la salida cargada.
Hoy una persona (de identidad reservada no sé para quién) me preguntó de qué se trata toda esta escritura tan para nadie como para todos. Y después de pensar qué buena pregunta, Mario, llegué a la conclusión de que se trata de una invitación a mi Taller de Chispas, a mi casa, a mi vida. Se trata de una invitación a compartir experiencias e inexperiencias. Una invitación a la fogata de nuestras observaciones, opiniones, y demás llamas que generen las neuronas activas. Una invitación a pasear por un mundo tan distinto y parecido como el de cada uno de ustedes y el mío. Una invitación sin necesidad de invitación formal.
Además... ¿Cómo saber qué va a surgir la próxima vez que nos encontremos, desencontremos, enojemos, amiguemos, aclaremos, pintemos, tomemos, bailemos, escapemos, y demás “emos”?
Si yo supiera con fina certeza qué me va a ocurrir mañana, seguramente mi vida sería demasiada aburrida, como les pasa a todos los que se van a dormir y se abrigan con sus rutinas y seguridades adquiridas a muy bajo precio.
Lamentablemente conozco a varios humanoides que hacen llamados a horarios conocidos y repetidos, cada tres días almuerzan la misma comida, no se despegan del dial de la radio o del canal de televisión que ya conocen, hacen siempre el mismo camino por temor a los lobos de la ciudad, y tienen preparadas respuestas automáticas para las preguntas eternas que se autoformulan.
A todos ellos no les aconsejo para nada que visiten este lugar, quizás les agarre vértigo y no sepan después que pastillita usar.
Pero a todos los demás que tienen un tesoro interior y latidos diferentes para el mismo corazón, los espero con las herramientas necesarias para romper reglas y quebrar cabezas.
Un abrazo de pulpo y será hasta el próximo reflejo...