28 noviembre 2006

Tacones tristes

Por las mañanas se dedica a dormir, simplemente porque por las noches se dedica a trabajar. Cuando el sol comienza a salir, a asomarse por encima de los tejados bajos, ella comienza el escape hacia el rincón más oscuro de su casa, de su habitación. Las escaleras que la ubican en el primer piso cada vez le cuestan más, pese a sus veintitantos pocos años, pero muchas veces vuelve cansada, y siempre derrotada. Se da cuenta de eso cuando mira a su alrededor y no hay nada ni nadie de lo que soñaba cuando era más joven de lo que es ahora, aunque no lo parezca. Y esa observación se agudiza cuando el maldito espejo que tiene en el baño le devuelve una imagen que no reconoce, que no le resulta familiar, que más bien se asemeja a una caricatura oscura y mal hecha de lo que debería ser en realidad.

¿Y cuándo se desvirtuó todo? Ella lo sabe, tiene la fecha marcada con rouge en un viejo almanaque que alguna vez decidió guardar y que hoy no lo arrojó a la basura, al fuego, como tantas otras cosas que arrojó y hubiese arrojado con gusto, nada más que porque nunca más lo volvió a ver.
Y al igual que ese almanaque marcado, hay unas pocas personas a las que también les perdió el rastro, a las que borró ella misma, para no encontrarlas nunca más, para mantenerlas perdidas para siempre.

Algunas noches prohibidas, sobre todo las que se cubren de lluvias o de inviernos agudos, parecen ponerla mucho más sensible de lo que realmente es. Y se la pasa llorando desconsoladamente, en un llanto ahogado, abrazada a su almohada a la que deja empapada de lágrimas y de aliento a alcohol. Y recuerda con nostalgia a su madre y se pregunta si estará bien la pobre. Y maldice y vuelve a maldecir a su padre, a quien, sin decirlo, en un grito silencioso que estalla en sus ojos, culpa absolutamente de todos sus males, que justamente es esta vida de soledades, injusticias, callejones, espinas, y demás.

Durante las mañanas en que llega a su lugar que no es su lugar, lo primero que hace, por más que no le quede ni un mínimo de energías, es abrir la ducha y sumergirse en esa agua que cae y que la limpia, la sana, la cura, la purifica, le vuelve a dar vida, le permite ser ella nuevamente, una vez más.
Cuando sale del baño se pone una remera vieja y con ese pijama cae pesadamente sobre la cama de resortes vencidos. A los tres segundos ya se encuentra dormida. Y ahí comienzan los sueños, en todo sentido.

Las imágenes la llevan de las luces eléctricas de la gran ciudad hacia el pueblo que la vio nacer y al que nunca más volvió, a no ser de esta manera, dormida. Y siempre que aparece allí se encuentra con la niña que fue, jugando en una hamaca que le hace sentir la brisa de los buenos aires acariciándole la cara, haciéndole cosquillas en la panza, y ella con esa hermosa sonrisa dibujada, pero que sólo aparece durante los sueños. Y también por pocos segundos, porque enseguida aparece la voz de la madre que la llama desde la puerta de la casa, con las arrugas marcándole el rostro al igual que las lágrimas que la recorren.
Por la ventana puede ver al tipo ese que dice ser su padre, gesticulando, pegando con sus puños sobre la mesa y clavando su mirada de ojos oscuros. El terror la invade mientras camina lentamente hacia la casa. Y algo que se repite es la aparición de su antiguo novio (el primero, el único) que le toma la mano y la besa como aquella primera vez lo hizo debajo del árbol en el que hicieron el amor.

Cuando despierta en la habitación vacía, el sol ya está marcando la tarde y el sueño es sólo un recuerdo que volverá cuando vuelva a dormir.
Va hacia la cocina, enciende la hornalla y coloca la pava a calentar. Queda un poco de yerba todavía para poder tomar unos mates. Luego comenzará nuevamente la rutinaria función de almas oscuras y amores pagos.
Mientras tanto se aferra con sus largas uñas rojas a las esperanzas de promesas incumplidas, de falsos juramentos que le hacen, que le tiran, que le muestran algunos de sus extraños amantes descartables.




No, no puede volver a llorar. Ya se delineó los ojos y se le correrá la pintura, y la noche ya está instalada, y quizás mañana pueda pagar el alquiler, y toma la camperita que jamás se abrocha, la diminuta cartera donde guarda lo mínimo, cierra la puerta con llave, baja las escaleras y sale a la calle a recorrerla, a caminarla, a hacerla sobre sus tacones tristes.

22 noviembre 2006

Estrella de mar

Una estrella de mar cayó desde el cielo y entonces aproveché para pedirle tres deseos…



El primero… ya se cumplió

El segundo… se está cumpliendo

El tercero… son los dos anteriores

15 noviembre 2006

Transparencias

cuando estás cerca te siento tan cerca
cuando estás lejos te siento tan lejos
los dos extremos en el mismo lado
será por eso que me gusta buscarte
será por eso que me gusta tanto encontrarte sin tener que buscarte

tenés mi alma tomada por el cuello
soy yo en los aciertos y en las equivocaciones
y cada día siento aquel primer día
miles de cuentos de estaciones
algunos de otoños, algunos de emociones
en el bolsillo el único pasaje hacia vos
porque somos dos y uno también

el tiempo marca nuestras vidas
pero es tu alma la que me anima
para escribir un impar de letras
con las tintas cargadas en las venas

mientras vos llevás el mejor vestido
color de piel
tela desnuda
con los juegos que no se pierden
con los momentos de días que no se olvidan

besos de fuego
caricias verdaderas
palabras que cuentan algo
miradas que confiesan un poco de todo
después de tanto tiempo volando a través de los tiempos

09 noviembre 2006

Tu nombre

…y de pronto tu nombre apareció. ¿Cómo? ¿Dónde? No importa. Lo interesante (o lo sorprendente) es que tu nombre se hizo presente nuevamente y de ahí en más quedó flotando entre los distintos ambientes de mi casa, dando vueltas carneros y yendo de un lado hacia el otro.
No era hora de afectos que afecten. No son los mismos tiempos que aquellos tiempos sin tiempos. Sin embargo tu nombre apareció y se quedó ahí, con la clara intención de quedarse.

Entonces me quedé observando con detenimiento tu nombre que estaba contra la pared, al costado del ventanal, colgando como una guirnalda de carnaval toda la vida.

Desplegando un disimulo mal empleado, y haciendo como que no te veía, me acerqué hasta la ventana para descubrir que la noche ya se había instalado sobre la ciudad, por más que algunos ojos queden todavía abiertos, entre ellos los míos.
Y lo más probable es que tus ojos también se hayan quedado abiertos, intentando disimular la visita de mi nombre, mientras mirás por la ventana a la misma noche instalada sobre la misma ciudad.

La misma ciudad en la que algunos nombres llegan de visita... con la clara intención de quedarse.



04 noviembre 2006

Cosas que pasan

El origen casi no lo recuerdo. El origen de la pelea, de la discusión, del alejamiento eterno que nunca fue explicado. Evidentemente fue producto de la pasión sin una pizca de razón… aunque quieras tener razón. Y pensar que en un principio hubo amor, o un primo segundo del amor. Qué sé yo. Cosas que pasan. Y justamente este “amor” también pasó. Se fue con sus valijas de buenos momentos a otro lugar que era el mismo de siempre.

Los amigos compartidos y sin partir se habían quedado con una postal rota de nuestra efímera relación. Y el tiempo fue cambiando los almanaques y aquel acercamiento dulce y obligado se convirtió en una amistad a los palos y verdadera. Una relación de menta y chocolate. Salidas, bares, encuentros, desencuentros, confesiones, diferencias, humores variados y demás cambalache coctelero, todo en el mismo mundo, todo en el mismo barrio.

Más almanaques cambiados y la relación que se hizo más cercana, y hasta alguna que otra estrella marcando el rumbo con clara intención de despiste. Hasta que una mañana-tarde-noche saltó la ficha del interruptor y su cabeza desplegó toda una seria de incoherencias en defensa del mal consumidor. Hubo gritos por escrito, oraciones con sujetos y predicados plasmados en las grabadoras, palabras que no decían nada pero igual aguijoneaban, y demás formas y deformas de decir no va más… Y yo no fui más, por lo menos hasta la última vez que aparecí (después de tanto tiempo) con mis credenciales del olvido recordando la salida de emergencia. La misma salida de emergencia por la que desapareciste cuando aparecí (después de tanto tiempo) con mis credenciales del olvido.

Pero hoy todo eso cambió. Hoy, siendo un día tan simple, fue especial, raro, extraño, como encendido, porque me llamaste desde la puerta y me pediste que me quede para aclarar todo. Que estabas dolida. Que no te resultaba fácil. Que era una mentira piadosa la amnesia de mi nombre. Que era una estupidez todo lo sucedido. Que había que arreglar esto de una buena vez. Que me querías. Que…

Hubo un ruido allá afuera de neumático que se revienta y yo me desperté. Tu imagen se había desvanecido y yo me quedé un poco decepcionado, un tanto dolorido, bastante confundido, y sin poder recordar el origen de todo esto. De la misma manera que me sucede con vos. Qué sé yo. Cosas que pasan.