15 julio 2008

Tan frágil


Llevo 33 años ininterrumpidos viviendo sobre este planeta.
Y la vida, ya desde temprano, me ha entregado con suma puntualidad esas lecciones que duelen de sólo recordarlas.
Amorosos desamores, golpes certeros, traiciones de frente, mentiras verdaderas, pérdidas perdidas, y algunos extras más.
Ojo, las cosas buenas de la vida (de mi vida) son muchísimas más que las otras no tan buenas, pero las marcas siempre andan por ahí.
Los amigos cercanos, la familia construida, los sueños realizados, son certezas de que hubo aprendizajes y de que las luchas, aunque parezcan eternas, nos demuestran lo vivos y enteros que estamos.

Pero anoche…
Ayer mi hijo Fede andaba con fiebre y la temperatura no bajaba.
A medianoche, se despertó y sus 40º y monedas le dibujaron alucinaciones que lo llenaron de miedo.
No tenía forma de combatir esos fantasmas imaginarios, sólo podía abrazarlo y asegurarle que estaba a buen resguardo juntó conmigo y a Vale, que en la habitación estábamos nada más que nosotros tres.
Por suerte logró calmarse y dormirse, y la fiebre no volvió a molestarlo en el resto de la madrugada.

Me costó dormirme, pese a saber que hoy había que recontra madrugar.
Estuve largas horas dando vueltas en la cama con los ojos llenos de lágrimas.
Es que me sentí extremadamente frágil al sentir que no podía luchar contra esas alucinaciones de mi hijo provocada por la alta fiebre.
Entre tantos aprendizajes de los que hablaba al principio, y todavía nunca no se me había explicado sobre el agudo dolor que se siente cuando un hijo sufre, lo extremadamente frágil que uno se siente al no poseer pociones mágicas, y lo que daría en ese momento por que ese sufrir lo padezca uno y no esa personita a la que sólo queremos llenarla de amor.


Es increíble pero, pese a las experiencias obtenidas a lo largo de mis tres décadas y pico, jamás me sentí tan frágil como anoche, entre el llanto de mi hijito y esos fantasmas que lo molestaban.


(Fede, te amo y te amamos y siempre vamos a estar a tu lado para llenarte de mimos y defenderte de los feos monstruos que vengan a visitarte sin permiso)

02 julio 2008

Los Fabulosos Cadillacs (el regreso de mi banda)



Allá por 1984, contando con apenas nueve años, recuerdo haber sintonizado una radio y escuchar una fabulosa canción. O quizás no tan fabulosa, pero a mí me produjo un sacudón en mi ser.
Se trataba del más puro y desafinado ska interpretado por una banda nueva llamada "Los Fabulosos Cadillacs".
A los pocos días ya tenía el disco en casa (el cassette) y de ahí en más nos hicimos inseparables, la banda y yo.

Siempre conté entre mis amigos que hubo una extraña conección entre Los Cadillacs y yo, como si cada uno de los discos que sacaban fueran música de fondo para la vida que iba teniendo en cada uno de esos precisos momentos, mientras yo avanzaba por este mundo giratorio y sus esquinas dobladas.

Cada presentación, cada nuevo disco, cada reportaje, cada encuentro con alguno de ellos, era muy significativo. Y así fueron apareciendo algunos cuadernos donde se guardaban entrevistas o VHS en recitales que me regalaban a través de las pantallas o cintas con los recitales a los que asistía y que alguna radio transmitía en vivo y en directo.
También algún rincón de paredes desnudas se vieron vestidas con imágenes seleccionadas del fabuloso grupo.


Ahora, seis años después de aquella despedida, y (re)encontrándonos tan maduros todos y con sus vidas cambiadas (yo casado y con un hijo de cuatro años y medio), volvieron a unirse Los Fabulosos Cadillacs.
Y aunque los cuadernos hace rato están archivados y las paredes tienen otras vestimentas acordes a los nuevos tiempos, ayer, ante los primeros acordes que anuciaban el regreso de mi banda preferida, no pude dejar de sentir la emoción de esa música que me acompañó, se podría decir, desde siempre.

Aunque en realidad todo haya comenzado a mis nueve años cuando de manera fortuita escuché la primera canción de ellos a través de una radio cualquiera.