26 abril 2007

El café de los jueves


En una época no muy lejana, por alguna razón que ahora no recuerdo, los días jueves solía frecuentar un café céntrico pero bastante tranquilo de la zona.
Siempre lograba acomodarme en la mesa ubicada estratégicamente junto al enorme ventanal y desde esa envidiable posición, me dedicaba a leer algún libro o a realizar anotaciones en mis cuadernos de apuntes varios.

Se trataba, precisamente, de uno de esos jueves de café cuando, de manera sorpresiva, mi lectura fue interrumpida por un desconocido que se sentó frente a mí en la mesa y comenzó a explayarse sobre el autor del libro que, para ese entonces, ya lo había dejado en pleno abandono.
La charla resultó un manjar exquisito y se fue repitiendo de ahí en más cada jueves.
El extraño era una persona mayor de canas respetuosas, de voz tan firme como gruesa, y de un elegante vestir.
Gustaba fumar unos cigarrillos importados que siempre encendía con su selecto encendedor grabado y, luego de largar la primera bocanada de ese humo espeso y extranjero, comenzábamos con la plática interrumpida con intención cada jueves de la semana anterior.
Y entre idas y venidas ajenas, nosotros desplegábamos conversaciones con la altura que sólo la puede lograr el haber caminado el mundo por las distintas veredas de los barrios. Yo lo escuchaba atento y con ganas, y él no interrumpía jamás mis palabras.

Era ya su costumbre, cuando se disponía a dar comienzo a una nueva historia, mirar de reojo su puntual reloj de cobre y con una excusa creíble se marchaba misteriosa y raudamente, pero asegurando continuar con la charla el jueves de la próxima semana.
En esas ocasiones en que su figura se alejaba más allá del marco de la puerta, me daba cuenta que nuestros nombres, la identidad de cada uno, no había sido en ningún momento revelada.
Quizás él tampoco le diese importancia a este dato que sostendría como menor al lado de los distintos episodios que acostumbrábamos a intercambiar en cada uno de los encuentros.
Es más, hasta podría asegurar que la falta de este detalle en particular le colocaba un original y necesario condimento a nuestra tertulia semanal.

Estas reuniones entre ambos se siguieron repitiendo a lo largo de siete meses sin que ninguno de los dos jamás fallara a la eterna cita.
Pero un jueves (maldito) algo pasó...

A la hora señalada por nadie, el anónimo compañero no apareció.
Comencé a impacientarme pero con eso no lograba que se presente en el lugar.
Cuando la noche ya hacía tiempo que se había ubicado estratégicamente, pagué mis consumiciones y me marché.
Desde ese jueves de ausencia, nunca más lo volví a ver.



Seguí yendo al café como todos los jueves y también algunos otros días, pero el viejo encuentro nunca más se volvió a producir.

Por respeto a su añorada presencia, también yo, poco tiempo después, me marché dejando para siempre mi ausencia, junto a la de él, en ese café céntrico pero bastante tranquilo de la zona.


22 abril 2007

Juegos de azar...



Nací justo el día de mi cumpleaños.

17 abril 2007

Zapping



...un casamiento a punto de impedirse, un entierro que no se pudo impedir, un vaquero saludando arriba de un caballo, un vaquero, varias remeras y algunas sábanas colgadas de una soga junto a la caja de un nuevo jabón en polvo, un típico plato complicado de hacer en una atípica cocina limpia, un tornado que azota a un desconocido pueblo nortemaericano, la visita al país de miembros del F.M.I., un gato que intenta atrapar a un ratón, una bala perdida que acierta a alguien, un chico (no africano) con un vientre prominente, un nuevo lanzamiento espacial, un personaje con cientos de micrófonos rodeándolo, una personalidad y una entrevista a solas, una taza de café llena de aforismos, una cerveza bien helada, una cama ardiente, dos cuerpos y un cigarrillo prendido, una cama (y dos cuerpos) ardiendo por culpa de un cigarrillo mal apagado, un jubilado a la salida de un banco, un bebé recien nacido, casi un mismo llanto, el lanzamiento de un nuevo disco, la edición de un nuevo libro, el mismo artista de siempre, una peregrinación a la Virgen de las Santas Desgracias, una imagen de la Tierra en su continuo girar, una avenida de doble mano, una nueva cámara oculta a un viejo funcionario recibiendo una nueva coima, una pintura famosa, un pintor desconocido, pastillas para la tos, jarabe para no toser, Pedro y Pablo cantando la Marcha de la bronca, Pedro y Pablo yendo a trabajar en el "tronco-móvil", un teléfono celular que suena, un cartero sin noticias, una mujer haciendo yoga, un marinero haciendo un nudo del mismo rango, un nuevo modelo de auto, una modelo desnuda dentro de un auto nuevo, el placer de disfrutar la yerba con palo, incautan un camión cargado de 5000 kilos de marihuana, un frente de combate, dos pechos y detrás la Coca Sarli, siete ladrones que logran escapar de una cárcel de máxima seguridad, un desodorante eficiente durante las 24 horas, un derechazo demoledor que termina con todo en el noveno round, una pelea que termina en divorcio luego de nueve años, un chico parado en una esquina con la mano extendida a la espera de unas monedas, un político parado en una esquina saludando con las mano extendida a la espera de unos votos, el pronóstico del tiempo para mañana y pasado, una gitana que pronostica el futuro, una nave espacial que lanza rayos de colores, una película clásica en blanco y negro, un equilibrista haciendo su trabajo en las alturas de un circo, un trabajador explicando cómo hace para llegar a fin de mes, una nueva técnica para elegir el sexo de sus bebés, una esquina con personas de ambos sexos a la vez, el recuerdo de una persona inolvidable, la biografía de un desconocido, una pérdida invalorable, un perro en una cancha de bochas, una oferta del dos por uno aprovechada, un dos por cuatro malevo y compadrón, una cuatro por cuatro que anda por todos los terrenos, dos por tres sonando la misma canción, un jopo bastante conocido, un pelado que mejor no conocer, una bicicleta sin frenos, un caballo bastante desbocado, una nueva estrella en el firmamento, una nueva estrella sobre el pavimento, un avión a punto de caer, una bomba a punto de explotar, un rifle a punto de disparar, un sacerdote a punto de confesar, una huella a punto de descubrir, una carne asada a punto, un deportista con hambre de gloria, un león con hambre verdadero, un ciervo huyendo de un león, una actriz de nombre Gloria negando su romance junto a un deportista, una intensa lluvia que azota a la ciudad, un masoquista sin paraguas, un beso y una traición, un amor después del amor, un barco sin timón...




No hay nada para ver.
Mejor apago el televisor.

13 abril 2007

te pido

bajo la luz de la luna
marcando el camino con mis zapatos
me fui yendo de tu lado
para alguna vez volver
sin embargo falta tanto tiempo para esa vuelta
futuras noches que me desvelan
mientras tenga en el bolsillo mi pluma
en las hojas del árbol prohibido escribiré

por eso te pido que no me olvides
por eso te pido que no me odies
por eso te pido que no me ames
por lo menos en esta vida, mi vida

el dolor en el pecho es agudo pero no es grave
antes de morir así prefiero morir
todavía falta para el regreso tan esperado
que nadie espera
porque recuerdo la promesa que te hice cuando me iba
no soy merecedor de tu amor todavía
cuando eso ocurra volveré con alma y vida
y si te encuentro sentiré que ahora sí podés ser mía

por eso te pido que no me olvides
por eso te pido que no me odies
por eso te pido que no me ames
por lo menos en esta vida, mi vida

los senderos de este mundo
tienen idas y tienen vueltas
de pronto la luna se hace de día
en un momento comienza la noche
sé cuando me marché
no la hora del regreso
el libro del destino ya está escrito
por otro autor (es el destino) maldito

por eso te pido que no me olvides
por eso te pido que no me odies
por eso te pido que no me ames
por lo menos en esta vida, mi vida


09 abril 2007

Corazón de tiza

El viernes, muchos quedamos consternados ante el trágico desenlace.

De un lado los docentes y una huelga, una marcha pacífica, un sueldo que no alcanza, una vida difícil.
Del otro lado la obediencia debida, inhumanos cargando contra “el enemigo”, ciegos políticos sin querer ver.

En el medio, la vida del maestro Carlos Fuentealba, un ser inteligente, sensible, compañero, según la precisa descripción de los que lo tenían siempre cerca, quedó lastimosamente interrumpida por la salvaje presencia de José Darío Poblete, un sargento primero que cuenta en su haber con una condena por apremios ilegales, y otra por vejaciones, además de la denuncia que le realizó su propia pareja por amenazas.

Hubo diferentes marchas en todo el país y la participación del pueblo fue grande.
Sin embargo hay una tiza que ya no dibujará más nada en el pizarrón.

Hay un aula que quedará vacía más allá de las presencias.

Hay un puñado de alumnos que no asistirán más a sus clases.

Hay compañeros de trabajo que no compartirán más sus
recreos y anécdotas en el aula de profesores.

Hay una escuela que se quedó sin uno de sus maestros.


Pero también hay una esposa viuda, un par de hijos que quedaron sin su padre, amigos que ya no compartirán su vida, y sobre todo, un nuevo nombre que se levanta sobre una bandera celeste y blanca manchada de rojo.

Un nombre que nadie hubiese querido conocer de esta manera.

Un nombre y una bandera que se mezcla con los antiguos gritos que, lamentablemente, debemos volver a lanzar a los aires, para que nunca más se derrame sangre inocente.

Para que nunca más…

¡¡¡NUNCA MÁS!!!

03 abril 2007

Historia compartida

El viento no tiene eco

Cope - Fragmento N° 03
Esta historia viene del Blog: http://www.deferipula.blogspot.com/


Atil siguió por ese camino iluminado por una Luna enorme, blanquecina, mágica, que dejaba ver la soledad de sus pasos sin compañía.
Del otro lado de su andar, las ramas se iban cayendo tras el paso apurado, desesperado, ciego, del pequeño Maciel. Recién detuvo su carrera cuando el aire de la noche así se lo pidió. Y en ese paraje de profundos silencios, la misma Luna que iluminaba el camino de Atil, ahora dejaba ver el pálido reflejo de esa lágrima que nacía desde su mirada tan oscura como transparente.
Dos hermanos, dos destinos, dos direcciones, dos vidas, y quizás, también dos…
Un sonido proveniente de ningún lugar, repentinamente lo envolvió. Sentía la desnuda ausencia de su hermano mayor y se quedó inmóvil, a la espera de la luz del mundo (si es que esta volvía a aparecer antes sus ojos)
Del otro lado, el mismo sonido llegó al pecho de Atil, haciendo bailar su amuleto sagrado.
La Luna, ahora vestida de rojo, bañaba su reflejo de sangre en las mismas aguas del “Lay”, donde el destino de los hermanos
comenzaba a tornarse del mismo color…


La historia continúa en: http://www.aliciareina.blogspot.com/


Ante cualquier duda sobre las reglas y/o el origen de esta "Historia compartida" consultar con El Avispo en: www.elavispo.blogspot.com

02 abril 2007

Islas Malvinas - (2 de abril de 1982)



Voy corriendo por entre esos trozos de tierra pelada que le dan al lugar un aspecto de abandono que no concuerda con la realidad. Por más que lo intento no puedo correr como quisiera. Siento un peso descomunal en los pies que me impiden el movimiento rápido, como una carga que no debería llevar y a la que intento patear, pero de manera inútil. A veces tropiezo con mis propias piernas o con alguna piedra y hago todo lo posible para no caer. Quién sabe si lograría levantar vuelo una vez que hubiese tocado la tierra con todo mi cuerpo. Sigo corriendo y el paisaje que tengo a mis costados se va desdibujando, se vuelve borroso, no se entiende, no lo comprendo. El ruido es incesante, ensordecedor, en este lugar Dios no creó el silencio, y me temo que algunas otras cosas tampoco.

De pronto hace su aparición un pequeño milagro. Voy deteniendo la marcha poco a poco hasta quedarme completamente inmóvil. No se escucha nada, sólo el eco de los últimos sonidos que continúan silbando en mi interior. Aprovecho a respirar ya que nadie puede asegurar por cuánto tiempo más se podrá seguir. Giro mirando a mi alrededor y es como si el planeta hubiese detenido sus vueltas, como si la pausa fuese universal, como si esta fuera la única manera que existe de poder demostrarme que sigo estando en este extraño mundo.

¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¿Más de veinte años, unos cuantos meses, algunas semanas indefinidas, un impar de días, unas pocas horas, algunos escasos minutos? La verdad, si es que hoy alguien puede jactarse de tenerla, es que pasaron menos de cuarenta segundos desde el último sonido hasta el primero de esta nueva serie infinita. En el medio, de entre la maleza, apareció la figura del flaco Ramírez mirándome a los ojos como un tigre agazapado con alma de gato casero. Se paró sobre sus dos piernas delgadas, cada vez más delgadas, y me saludó con su habitual gesto de levantar su mano derecha por encima de su cabeza, por encima de su casco descolorido. Y fue en ese preciso momento que los silbidos de finales explosivos empezaron nuevamente a sonar. Cuando comencé a gritar, el cuerpo del flaco se desplomaba hacia atrás. Entonces corrí dos, tres, cuatro, cinco pasos, hasta que sentí ese dolor desconocido en mi hombro y caí de cara contra la tierra. Desde el cielo cubierto de nubes, cientos de gotas también comenzaron a caer...

La habitación se encontraba bastante ordenada a no ser por la cama que era un campo de batalla. La frazada había desaparecido de su lugar y la sábana se encontraba hecha un bollo a los pies. La almohada había volado más allá de la mesita de luz, y yo, después de correr esos pocos pasos, fue cuando caí, de cara contra la alfombra.

Entró rápidamente mamá a mi cuarto y me ayudó a levantarme del suelo mientras me decía de los peligros de estas camas tan altas. Me había preparado el desayuno que más me gusta y dejó la bandeja a un costado mientras iba a buscar la almohada y levantaba la persiana que dejaba ver el día y su mundo exterior. En cualquier momento se pone a llover, dijo mamá, y en ese comentario en voz alta creí adivinar una queja, una resignación, algo que no logré retener en mi cabeza y que lo corté al querer contarle sobre el extraño sueño que tuve. Fue horrible, le dije mientras ella me miraba con sus ojos café con leche, porque estaba en un lugar lejano, desconocido para mí, y el ruido de las bombas, de las balas, los gritos, y yo corría pero sin poder hacerlo realmente y sin ninguna dirección, porque ahí todo era guerra, y lo peor es que no sabíamos qué defendíamos ni qué atacábamos. Mamá se acercó y se sentó sobre la cama. Me acarició, con sus manos suaves, el pelo y la mejilla y me dijo que me quedara tranquilo, que ahora ya estaba bien, que no tenía que preocuparme por nada, que ella siempre me cuidaría.

Pero era horrible, volví a decir como una manera de poder descargarme del todo, completamente, porque en el sueño aparecía el flaco Ramírez y...

Y fue en ese preciso momento cuando apareció debajo del marco de la puerta de mi habitación, el flaco, saludándome con su habitual gesto de levantar su mano derecha por encima de su cabeza, por encima de su casco descolorido. Por la ventana se podía ver que había comenzado a llover, y fue cuando me di cuenta que la alfombra se había vuelto a convertir en la realidad de la tierra, que la habitación era nuevamente el campo de batalla, y que el desayuno de mamá era un hermoso sueño que contrastaba con esta realidad, la de esta herida mortal que causaba el dolor desconocido sobre mi hombro, y este último momento para poder soñar mientras caía pesadamente de cara contra la tierra.