17 diciembre 2008

Chauuuuuuu

Para ser sincero, no es con lágrimas en los ojos, pero sí con una molestia acá en el alma.
Es que con el correr (andar, caminar, arrastrar, volar) de los tiempos, aprendí que todas las historias tienen un final. Para bien o mal se acaba y por alguna otra parte vuelve a renacer, a comenzar.

Pálidos reflejos” me llenó de satisfacción.
Por acá despunté el placentero vicio de la escritura tan íntima y ficticia como lo fuera posible.
Poemas, historias, cuentos, reflexiones, secretos, pedacitos de vida, todo fue reflejado sin palidez alguna en este humilde barrio de letras.

Sin embargo, atrapado en un reloj de arena sin vista al mar, los tiempos jugaron en contra y las palabras sin escribir se fueron llenando de telarañas y la tinta china la tenía prohibida.

En el corazón guardo las personas y personajes que fui conociendo cruzando calles y océanos.
Desde barrios cercanos hasta el sur del país.
Desde la madre patria española hasta el padre patrio estadounidense.
Desde una Bolivia que crece hasta una Cuba que sigue luchando.

Todos, absolutamente todos, me han enriquecido con sus historias de vida en el planeta.

Gracias por haberme dejado compartir la grandeza de mi hijo Fede, el orgullo de mis queridos (ex)alumnos, el amor durante el amor, las subidas y bajadas personales, los cuentos con rimas, los poemas brutales, las reflexiones insomnias, los ritmos del corazón.

Sip, me estoy despidiendo en este (oh, casualidad) post Nº 100.
Pero como ya es una sana costumbre, no con un adiós, sino con un hasta luego.
Es que no dudo en que nos reencontremos por algún otro lugar mientras el mundo siga girando y nosotros continuemos con nuestros respectivos corazones marcando el paso al caminar.