31 agosto 2007

Nunca es tarde


Papá me ofreció esta mañana ocupar un puesto de trabajo bastante interesante en la compañía de correo donde él es uno de los principales jefes responsables. Le pedí que me diera una semana para pensarlo, pero viendo que se mostraba entusiasmado y que ya había hecho planes para compartir junto a mí ciertas tareas del lugar, decidí aceptar el ofrecimiento y el cargo. Sólo le puse como condición no trabajar los sábados y que me prometiera no hacer ningún tipo de diferencias conmigo.
Luego de acordar estas cuestiones, me dijo que el lunes comenzaba con mi primer trabajo. Le agradecí el gesto y entré a la cocina a contarle a mamá las novedades. Ella se puso muy contenta y para completar la felicidad, me mostró lo que tenía escondido dentro de la heladera. Se trataba de una torta de cumpleaños para festejar el mío que llegaba puntualmente mañana sábado. Le di un beso tan grande como pude y me fui a la casa de mi novia.

Pasé a buscarla y le conté las frescas noticias de la jornada. Se alegró mucho y confesó sus ganas de conocer a mis padres. La verdad que yo también tenía ganas de que ellos la conocieran pero eso no dejó de ponerme un poquito nervioso. Quedamos en que mañana a la noche, en la pequeña reunión que iba a realizar por motivo de un nuevo aniversario de mi nacimiento, se concretaría el encuentro tan esperado. Nos despedimos hasta el próximo día y me volví a casa rápido para las llamadas correspondientes a las personas amigas que quería que estén mañana presentes.

Llego el día y la hora señalada. El momento me encontró vestido y peinado para la ocasión. El clima era de total felicidad. Mi novia le cayó muy bien a mis padres y ellos muy bien a mi novia. Mis amigos fueron llegando más tarde con sus regalos. Algunos libros, un saco de abrigo, tarjetas, adornitos, y otros presentes más. Ahí estábamos todos en el comedor hablando, contando chistes y anécdotas algo olvidadas, hasta que la luz se esfumó y se hizo presente la torta de cumpleaños preparada por mamá con sus velas encendidas.

Todos los presentes realizaron un respetuoso silencio para que yo pueda concentrarme en el pedido de los tres deseos. Pero los miré a todos y decidí cambiar la tradición. Y en lugar de pedir, preferí realizar agradecimientos.

Entonces con los ojos llenos de lágrimas y el corazón peligrosamente agitado por la emoción, comencé con los agradecimientos...
Porque dentro de dos días voy a estar trabajando junto a mi papá, cumpliendo uno de sus sueños.
Por contar con el amor infinito e incondicional de mi mamá.
Por tener la novia más linda de todas.
Por tener amigos que son como los hermanos que nunca tuve.
Y, sobre todo, por haber llegado en tan buen estado a esta etapa de mi vida.


Terminadas estas emotivas palabras, y con la ayuda de todos, me acerqué a la torta y apagué las 60 velitas que delataban mi edad.

27 agosto 2007

Incertidumbre


Todos los domingos por las noches viene a casa.
Entre algunos tragos exquisitos nos quedamos filosofando de la vida y sus alrededores.
Disfrutamos de charlas tan buenas como los habanos que él siempre trae.
Lo único que me resulta un poco incómodo es el momento en que se despide desde la puerta con la extraña invitación a que nos suicidemos juntos por ahí.
Yo me excuso diciendo que al otro día debo levantarme temprano, que está por comenzar una película de las que me gustan, que quiero terminar el libro que tengo por la mitad, y otros motivos con las que logro desistir de su curiosa y macabra propuesta.
Mi amigo, como siempre, levanta los hombros, para un taxi, y se va hacia su casa, mientras yo me quedo sin explicarme esa persistente y extravagante broma de su parte.

Pero ayer no apareció por casa como lo solía hacer todos los domingos anteriores, con su característica puntualidad.
Temo que se haya marchado, finalmente, a suicidarse solo, cansado de esperarme.

22 agosto 2007

en el cielo...


en el cielo las nubes
se confunden en un abrazo de algodón
con el humo de un cigarrillo
que no fumé
que no encendí
que nunca besó mis labios

en el cielo las estrellas
se encuentran tan quietas
y yo que ando necesitando pedir un deseo
el último deseo

en el cielo la luna
la única compañía de mi insomnio
la única luz que me alumbra
la única mujer que me ve llorar
y no dice nada

en el cielo las almas
de los que murieron de amor
me advierten que no siga
pero es demasiado tarde
mi propia alma es la que sube a lo cielos
y les dice que es demasiado tarde

15 agosto 2007

Destino


Quiso definir su próximo movimiento mediante la caprichosa decisión del azar.
Tomó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire a la vez que elegía cara o cruz.
La moneda dio mil vueltas antes de descender y aterrizar con fuerza sobre su ojo.
Cayó de cara al cielo y con los brazos en cruz.



La moneda nunca más apareció.

12 agosto 2007

Día del Niño


La noche anterior se fue a acostar unos pocos minutos antes de lo habitual, lo que no significa que se haya podido dormir antes. Con sus ojos abiertos de par en par clavados en algún lugar impreciso del oscuro techo, imaginaba el día de mañana mezclado con imágenes del pasado que lo visitaban en forma de película personal.

Finalmente la mañana llegó, quizás más temprano de lo habitual, quizás más esperada que nunca. La radio usada como despertador informaba desde la voz gastada de un locutor desconocido la presencia en nuestra querida ciudad del “Día del Niño”. El sol que entraba por la ventana abierta iluminó de lleno su sonrisa resplandeciente por la alegría desbordada que le provocaba la llegada de este nuevo día en particular. Saltó de la cama con una energía renovada y se preparó para la ocasión. Desde hacía varios días que ya lo tenía todo planificado a partir de algunos sucesos desafortunados que le tocó padecer y que no vale la pena recordar, y mucho menos contar, en este momento. Todo estaba en el pasado y a él sólo le interesaba este presente en que iba a disfrutar de este día tan especial sacando a pasear y a divertir a su niño.

La primera acción que debía realizar, según el armado de su plan, era la de vestir a su niño con la ropa más cómoda y alegre que tenía, y que ya había dejado preparada con sumo cuidado desde la noche anterior. Después, sobre la enorme mesa de la cocina, ya tenía servido el suculento desayuno que había realizado especialmente para la ocasión que representaba este día cargado de emociones.

Una vez que se encontró listo, la puerta de su casa se abrió y él salió corriendo por entre los caminos verdes de aquella enorme y maravillosa plaza que se encontraba poblada por un gran número de niños que jugaban y se divertían entre los juegos clásicos y los juguetes nuevos. Él se los quedó mirando un momento y luego comenzó nuevamente a correr mientras con su mano sostenía y tiraba del fuerte hilo que sujetaba con firmeza y libertades a ese gigante y colorido barrilete de cola infinita.
Una pequeña brisa quiso acompañar en la aventura y participando del juego elevó su cometa hacia lo más alto del cielo. Y fue tanto lo que subió que se podría asegurar que alcanzó a rozar aquellos sueños casi olvidados por alguna razón sin razón. Entre nubes de formas variadas y divertidas, algunas aves que volaban sin una dirección precisa, se quedaron en las alturas celestes, jugando con el extraño pájaro de tela, a la mancha.
Recostado sobre el verde césped observó entre sorprendido y maravillado el juego que se estaba realizando en el cielo y tuvo un deseo enorme de participar del mismo, pero las leyes físicas (tan estrictas ellas) se lo impidieron.

Luego, sin poder quedarse demasiado tiempo quieto, de un salto montó sobre un valiente y blanco corcel de madera que había en el interior de la nueva calesita que se encontraba visitando con sus vueltas a la ciudad. Las canciones que sonaban sin descanso desde el interior del gran trompo las sabía todas de memoria, por lo cual las cantaba a los vientos, sin importarle el desafinado acompañamiento ni los oídos que se encontraban, en ese momento, tan cerca de su voz.
Por el contrario, él se mostraba inmensamente feliz y todos los demás al verlo divertirse de esa manera… también lo estaban.

De pronto, y después de tantos giros sin mareos, depositó toda su atención en la impactante entrada que estaba realizando sobre la avenida principal, una gran banda de músicos que desfilaban con sus pasos seguros al ritmo contagioso de sus infatigables instrumentos. Y como no podía ser de otra manera en un día como hoy, él se sumó a ellos.
Era muy divertido verlo moverse al compás de los redoblantes y de ese gran trombón tocado con tanta maestría. El niño movía sus caderas de un lado para el otro mientras sus piernas hacían el mismo movimiento pero en dirección contraria, transformándose así en un espectáculo aparte.
Las personas que se habían acercado hasta el lugar aplaudían con entusiasmo al inexperto danzarín y reían con gracia de sus audaces pasos improvisados. Se estaba viviendo una gran fiesta en la ciudad y él niño se sentía un buen anfitrión contagiando alegría y diversión a grandes y chicos por igual.

La banda musical, los bailes, el calesitero, y el barrilete fueron desapareciendo como también lo hicieron los cálidos rayos del sol, para darle paso a la señorita Luna que llegaba para ocupar su lugar nocturno.
Todas las personas grandes y sus niños ya se habían retirado hacia sus respectivos hogares luego de la jornada fantástica que cada uno había experimentado durante este "Día del Niño".

Y él también volvió a su casa, junto a su barrilete multicolor, y con la gran alegría que había vivido y sentido tan intensamente en este día que quedaría marcado en el rincón más valioso de su corazón.
Se puso el pijama y se fue a dormir con una enorme sonrisa dibujada en su cara.
Los dulces sueños no tardarían en llegar mientras él descansaba después de un día tan especial en el que había podido disfrutar de haber sacado a pasear a su niño.

Al niño que lleva guardado en su interior… como todos los grandes.

07 agosto 2007

Ramo de flores


La verdad es que no fue mi intención que discutamos ni que nos trencemos en esa pelea sin sentido. Ya somos lo bastante grandes como para no poder aceptar distintos puntos de vista.
Cada uno opina como le parece y otros como lo merecen.
Es por eso que te traje este humilde pero intensivo ramo de flores.
Yo sé que te gustan, aunque ahora quizás te arrepientas del jarrón que arrojaste contra la pared maldiciendo la mala puntería.
En cambio el Tomo III de Sigmund Freud que dejé caer por el balcón cuando vos estabas a punto de tomar un taxi resultó certero.
Es verdad, me comporté como un inconsciente.
Yo no tuve intención alguna de lastimarte, pero perdí el control cuando me di cuenta de que te estaba perdiendo.

Hace un par de días que no contestás ningún tipo de mensaje.
Te dejé mensajes hablados en tu contestador, mensajes escritos en tu correo electrónico, mensajes suplicantes por debajo de la puerta, y hasta mensajes esperanzados de disculpas atados a la pata derecha de un palomo mensajero.
Tus respuestas silenciosas se hicieron escuchar en estos últimos días tan llenos de tu presente ausencia.

Hay mujeres que no pueden resistirse a una caja en forma de corazón, con su dulce interior lleno de bombones antagónicos de las mejores dietas.
Algunas aflojan ante los mejores poemas robados a los mejores poetas.
Otras se entregan al compás melódico de algún tema de amor hecho con amor.
Vos sos de las que sonríen ante un ramo de flores.

Y acá me encuentro con un hermoso ramo de flores, pero los efectos esperados no son los esperados.

Debés seguir enojada porque en tu rostro no se percibe una sola mueca que simule una leve sonrisa.
Es más, tu cruel indiferencia es tal, que tus ojos (aquellos ojos de mirada fatal) hoy no me encuentran, no me buscan.
Sí, debés seguir enojada porque no me decís nada a pesar de mis disculpas y el ramo de flores que hoy te traje.
Fría y distante como te encontrás, pongo en dudas que tu corazón siga siendo el mismo de antes, el mismo de siempre.
Aquel corazón que supo latir gracias al amor que hace latir a los corazones.

Aunque sigas con esta aguda y cruel indiferencia te voy a dejar acá el ramo de flores porque es para vos.
Lamentablemente ahora me tengo que ir...
Pero te prometo que mañana temprano voy a volver.

Hoy se me hizo tarde y ya están cerrando las puertas del cementerio.

01 agosto 2007

Ruta 69


La música casi imperceptible y mis manos fuertes al volante
Noche rara de camino sin destino
Limpio el parabrisas de recuerdos olvidados
Ante mi mirada se estrella tu figura
Ojos de pensamientos
Piel improbable
Sonrisa de luces altas
Juego de manos que extraño
Pero se trata de un juego de mi corazón
Quizás en este momento estés más lejos que yo
Igual avanzo ante la lluvia interior